La pasión que no entiende de fronteras
- por Matías Serkin
- 31 may 2015
- 3 Min. de lectura

Mientras en Wembley, mítico estadio inglés, ubicado en la capital londinense, miles de almas iban arribando para presenciar una nueva final de la FA CUP, en Buenos Aires, Argentina, decenas de almas se reunían en un bar de Costa Rica al 4600.
Pese a estar a miles de kilómetros de distancia, el sentimiento que unía a muchos de los que estaban en el estadio con aquél grupo ilusionado de muchachos- y muchachas- porteños, era el del amor por una camiseta, la del Arsenal FC, uno de los clubes más grandes del fútbol de Inglaterra. Pero con un aliciente: si el equipo de Arsène Wenger vencía al Aston Villa, se convertiría en el máximo ganador, en soledad, de la competencia más antigua del fútbol mundial.
Mucho aprendí recorriendo el bar, mimetizándome con esa marea roja de gente que, a pocos minutos de comenzar la final, ya lo habían copado definitivamente. Y decía yo recién que aprendí. Aprendí porque me di cuenta que la pasión no consiste en ir a la cancha religiosamente todos los fines de semana, ni dejar la garganta en las tribunas. No necesariamente. Hay todo un trasfondo inconmensurable, casi imperceptible, que tuve la suerte de observar, hablando con mis interlocutores.
Diego se presentó como el organizador del evento. Ya había oído hablar yo de un grupo en las redes sociales, cuya motivación era comentar y compartir ese sentimiento por el Gunner. Lo que nunca hubiera imaginado, es que ese grupo virtual, pudiese tomar forma humana y que esa concreción estuviese presente ahí, en Sugar, en el barrio de Palermo. Diego es hincha del Arsenal, de la misma forma que usted o yo somos hinchas de nuestros respectivos equipos. Esteban, por otro lado, es de River también, aunque no por eso es menos apasionado que Diego, en el sentimiento por el club inglés. Ambos coinciden en que la popularidad que el Arsenal ostenta fuera de Inglaterra, radica en el hecho de lo sufrido que fueron estos últimos años para la institución. Mientras otros clubes grandes de Europa se adueñaban del Continente, trayendo a las figuras de todo el mundo, los londinenses nunca traicionaron su filosofía, aunque eso trajo sus costos. El Arsenal atrajo una empatía inmensa a nivel mundial. Tal es el caso de Australia el año pasado, por ejemplo, cuando se tuvo que alquilar un boliche para quinientas personas, con motivo de la final que el equipo disputó ante Hull City.
No con menos emoción que en Inglaterra se vivió el partido ayer. Un verdadero festival de goles. Un monólogo en el que el equipo del histórico DT francés, fue único protagonista. Pocas finales tan desparejas como la del sábado, presencié. Tan cerca de Wembley estuvimos que nada hubo que envidiarles a los miles que asistieron al estadio.
Fue tan esclarecedor e impactante lo que me tocó vivir, que no me sorprendió tanto que me contaran que disputan partidos con los hinchas argentinos del Tottenham- rival supremo del Arsenal- como el sentimiento de pertenencia y hermandad del que fui testigo. Que tonto cuando pensaba que la máxima expresión de amor por un equipo se veía plasmada únicamente en un estadio de fútbol. Cuantos mitos tiraron abajo estos muchachos, cantando al unísono “We love you Arsenal, we do”.
Para Diego y los suyos, esto no termina acá. El próximo paso que esperan dar, es poder consolidar una peña del Arsenal en Argentina. Grato sería ver a este grupo de soñadores, poder cumplir el sueño de conocer a alguno de sus ídolos y demás beneficios que este proyecto traería. Aplausos para un amor que atraviesa fronteras y parece no tener límites.
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