Recopados
- deportivaactual
- 13 feb 2015
- 3 Min. de lectura
por Sebastián Zignego

Reivindicarse con su gente es lo que tenía que hacer River tras la escandalosa derrota frente al clásico rival. En un verano casi negro, la luz de esperanza del hincha de “es solo un partido de verano” y la confianza de un técnico que dejo en claro que no “rodarían cabezas” en el equipo campeón de la Sudamericana, fueron los determinantes para despertar a la maquina que durmió en el verano y despertó cuando tenía que hacerlo, para gritar “Campeón”, ante un rival con la necesidad de volver a la senda de la victoria y con la ansiedad de demostrar por qué es el campeón vigente de la Copa Libertadores.
En el partido de Ida, precisamente en el Monumental, el campeón de la Sudamericana pudo haber liquidado la serie en el primer tiempo, donde contó con varias ocasiones pero no con la precisión justa para romper el cero. Entre palos y grandes atajadas del arquero Torrico, el ciclón mantenía el cero y esperaba agazapado ante la posibilidad de un contraataque que rompa con los pronósticos hasta el momento y le dé la ventaja parcial de cara a la vuelta donde podría sentenciar la historia en su casa. Sin embargo River buscó todo el partido, por momentos con menos intensidad posiblemente por el cansancio que la dura pretemporada había significado para el conjunto millonario. Hasta que apareció la magia del numero 10, haciendo su presentación oficial, que con un pase exquisito dejo sólo al uruguayo Sánchez para que a poco de finalizar el primer encuentro marque con un bombazo, que venció la excelente noche del arquero visitante, el 1-0 final.
Cinco días después se verían las caras nuevamente, pero en otro escenario. El Nuevo Gasómetro era la sede de la definición de una Recopa que por primera vez levantaría uno de los dos equipos.
El partido comenzaba muy batallado, con San Lorenzo dispuesto a mostrar otra imagen respecto del primer partido, ahogando a su rival en todas las líneas. Los primeros minutos fueron claves para una defensa millonaria que se mostro solida desde el arranque, y supo “apagar el incendio” cuando su equipo más lo necesitaba. Luego de la tormenta incial, River se recupero y manejo el resto del primer tiempo a piacere, con un Ariel Rojas brillante por lucidez, sacrificio, y ese toque de calidad que nunca le falta al ex Godoy Cruz. El segundo tiempo siguió de la misma forma, aunque esta vez con el ciclón arriesgando aún más y dejando así muchos espacios que eran aprovechados por el uruguayo Rodrigo Mora quien a los 67´ saco provecho de un pase largo de Gutiérrez, se la cedió atrás a su compatriota Sánchez y este marco el tanto que sellaría el resultado final, para un River que a lo largo del partido conto con la garantía de tener un arquero que pareciera agrandarse en las difíciles, esta vez, ante las claras ocasiones de gol con las que conto el cuervo.
Antes de finalizar, es ineludible mencionar un acto que por poco arruina el clima festivo, habitual en una final de tal talla. Corría mediados del primer tiempo cuando el asistente Juan Pablo Belatti recibió el impacto de un proyectil que atentó contra su integridad física.Pese a esto el lineman pudo levantarse luego de recibir atención médica y la función continuo, como si nada hubiera pasado, como ignorando la presencia de aquel inadaptado que por vaya uno a saber qué razón tuvo la infantil idea de querer agredir a uno de los actores de un espectáculo que hasta entonces venía siendo maravilloso para la salud del buen futbolero.
La noche culminó luego de dos polémicas expulsiones y escasos acontecimientos restantes de menor importancia, con Barovero levantando la copa y todo el mundo River festejando el merecido triunfo, sumando una estrella más para este plantel y su cuerpo técnico.
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